“Tengo hambre, mi cuerpo está inquieto, tomaré tu puta despensa” rima Kendrick Lamar y resume perfecto el clima flotante en las desigualdades económicas de los años 80. El tema, justamente, es Ronald Reagan Era. “Tenemos los índices de pobreza más altos desde la Gran Depresión” decía sonriente el presidente mientras les pedía a los ciudadanos que se esfuercen y les advertía que ya no habría más planes ni centros comunitarios.
La crisis del 80 no nace exactamente el día que Reagan llega al poder. Hacía más de dos décadas que los gobiernos se sucedían dirigiendo toda su atención a la eliminación de los movimientos afroamericanos, civiles primero y revolucionarios luego. Para sostener esa eliminación lanzaron la guerra contra las drogas que nunca se concentró en las drogas, nunca hubo un mínimo tratamiento de salud y, de hecho, los programas destinados a adicciones iban complejizando su burocracia o cayéndose a medida que el ajuste económico pedía más. La guerra contra las drogas llegó a triplicar en varias oportunidades los presupuestos destinados a las fuerzas, por lo que se convirtió en un temido e imparable aparato fascista.
En este panorama los 80 hicieron estragos sociales que se extendieron y multiplicaron en los 90, aun a pesar de los cambios de nombres y a pesar de la llegada de los demócratas, demócratas que en vez de enfrentar la ola fascista instalada llegaron al poder declarándose a favor de la pena de muerte y profundizando las persecuciones a ciertos sectores a partir de políticas penitenciarias raciales, elitistas y conservadoras.
Nueva York fue uno de los centros con más actividad en las calles, foco del arte vanguardista y punto de encuentro de los movimientos gay, queer y feministas, quienes tuvieron que lidiar arduamente con la brutalidad del cardenal John O’Connor, un portavoz del Vaticano agitador de todo tipo de fantasmas moralistas, quien también se puso al frente de los sectores blancos que pedían un resurgimiento de la segregación racial.
Todo esto convierte a Whose Streets? Our Streets! en una enciclopedia de fotoperiodismo, y hablar de enciclopedia alcanza al libro mismo como a la muestra itinerante que fue acompañando su lanzamiento.
Whose Streets? Our Streets! incluye el trabajo de 37 fotógrafos que cubrieron cada día de aquellos años caóticos, con una policía resacada de violencia, envalentonada en el poder adquirido los años anteriores, exactamente entre las décadas en las que estos fotógrafos estaban naciendo (1950/1970). Muchos de ellos eran de las filas de The Village Voice, el primer medio alternativo del país, mientras que otros pertenecían a la cooperativa fotográfica Impact Visuals, dedicada a la fotografía social. Pero también estaban los independientes o los que trabajaban para medios más grandes, por ende, sus coberturas publicadas tenían otro contexto editorial, quizás, al deseado.
Con mucho material inédito y con el impacto de ver todas esas fotografías juntas, este catálogo logra una alta potencia comunicacional porque no se focaliza en una sólo escenario, lo cual permite ver la interconexión de las luchas liberadas en la calle: racismo, brutalidad policial, medio ambiente, SIDA, activismo queer, aborto, vivienda, educación y trabajo, cultura de armas.
Sí, la agenda de los años 80 y 90 se parece demasiado a la actual, no de manera suavizada, más bien reavivada. Por eso, las calles siguen siendo nuestras. Desde siempre, y para siempre, porque también lo fueron, son y serán para festejar.
*La foto de portada es de Andrew Lichtenstein / Al ampliar las fotos se puede leer el autor de cada una / Cada tema de agenda está linkeado a la página oficial dedicado a ese tema y con su registro fotográfico completo.
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