Qué florezcan mil Rosa Parks

En el mismo momento que Rosa Parks se negaba a dejar su asiento en el colectivo para dárselo a un hombre blanco la historia de Estados Unidos cambiaba para siempre.

Este hecho, ocurrido el 1 de diciembre de 1955 en Montgomery, la corona como la Madre de los Movimientos por los Derechos Civiles, porque de su “no” nació el boicot a los transportes, lo que se trasladó rápidamente a cada escenario social y apresuró la organización en una de las más vitales e históricas desobediencias civiles y colectivas.

“Sólo acordate de tomar las oportunidades que se te presenten, no importa que no sean las ideales ni las que imaginaste”, le repetía su madre, “el problema es que no había oportunidades para nosotros, de ningún tipo, y eso nos obligó a tener que generarlas”, recuerda en su biografía, Rosa Parks: My Story (Puffin Books), la mujer que trabajaba de costurera, nacida y criada en Alabama, que continúa su relato contando que no tardó en comprender que, para su comunidad, “la supervivencia era una oportunidad, pasar de un día a otro con vida. Se trataba de irte a dormir, pero mantenerte lo suficientemente ligera y atenta a que si escuchabas los pasos del KKK o sentías las ráfagas de los incendios estés lista para salvarte y que se salven los tuyos. Todos mis sueños de infancia tienen como música de fondo los gritos de los linchamientos”.

Claro que el accionar de Rosa no fue un mero acto impulsivo, “me causa gracia cuando dicen que no quise dar el asiento porque estaba cansada o porque era una señora mayor. Yo tenía 42 años en ese momento, y mi único cansancio era el cansancio del racismo, de la falta de derechos, del atropello constante que hacían sobre nosotros”. De hecho, unos meses antes se había juntado con Martin Luther King y ya llevaba unos cuantos años trabajando con la juventud negra a través de la NAACP, lo que no imaginó esa mañana que se subió al colectivo para ir hacia su trabajo es que las charlas que venía teniendo con sus pares se volverían acción ahí mismo.

A su negación de dar el asiento, rápidamente el chofer respondió yendo a buscar a la policía. Fueron dos los oficiales que la encararon, “querían saber porqué no me había parado, les dije que pensaba que no debía hacerlo. Cuando les pregunté las razones por las cuales nos estaban empujando me dijeron que no las sabían, pero lo que sí sabían era que yo estaba incumpliendo la ley”. Rosa no llegó al trabajo porque fue arrestada y, paradójicamente, esa detención se vivió como un acto de libertad. Si bien el camino fue largo, porque la Ley de los Derechos Civiles llegaría recién en 1964 y eso era apenas un comienzo, lo que llegó de inmediato fue el resignificado de las oportunidades, de la supervivencia y hasta la música de los sueños por venir; “creo que lo mejor de ese momento fue saber que no estábamos sufriendo solos y por separado, de repente éramos muchos mirándonos, sabiendo lo que teníamos que hacer”.

Después de algunas mudanzas en busca de mejorar la situación económica familiar, los Parks se instalaron en Detroit. Toda su vida estuvo atravesada por el activismo, siempre lo hizo junto a la NAACP. En 1987, justo una década después de haber quedado viuda, fundó Rosa & Raymond Parks Institute for Self-Development, en honor a la memoria de su marido, desde donde puso en marcha diferentes programas educativos, entre los que se destaca Pathways to Freedom, por el cual invitan a estudiantes a hacer un recorrido en micro por los diferentes lugares donde los movimientos de derechos civiles escribieron su historia.

Más allá de ser varias veces premiada y de haber recibido reconocimiento internacional, Rosa y su familia nunca dejaron de vivir con problemas económicos, “no sé qué es la felicidad, lo entiendo como un estado de plenitud y donde tus necesidades pueden resolverse, y, pensándolo así, no creo que haya alguien de nosotros verdaderamente feliz. La verdad es que estamos mejor que en el pasado, pero estamos muy lejos de llegar a estar bien. Por eso decimos que conocer la historia es importante, para encontrar las razones que nos llevaron a luchar y a seguir haciéndolo. De ser así, puede ser que me sienta un poco feliz”.

Falleció en el 2005 a los 92 años.

NAACP Baltimore, 1986. Foto de Robert K. Hamilton
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