Por Tomás Rua y Barb Pistoia
Paul’s Boutique fue lanzado el 25 de julio de 1989 y no hubo que esperar mucho tiempo para confirmar que no sería el éxito esperado.
Los Beastie Boys venían de estar en la cresta de la ola gracias al estallido irrepetible (en muchos niveles) de Licensed to Ill (noviembre, 1986). Ese debut generó literalmente una explosión en la escena musical blanca norteamericana de clase media; ellos salían de ahí y ahora con su espíritu punk estaban rapeando para los suyos, cumpliendo el deseo comercial de Def Jam que quería conquistar ese sector del mercado, y tenía mucho hambre por hacerlo, pero también buscaba desarrollar un deseo estético y filosófico. La conquista de ese álbum fue tan integral y completa que el propio LL Cool J declararía que los Beastie Boys le habían arruinado su fiesta.
A pocos días de que se cumplan 30 años del lanzamiento de Paul’s Boutique podemos empezar a recordarlo diciendo que -si bien no vieron que sería imposible repetir el efecto comercial- leyeron muy bien que su intervención debería ser otra, porque la fórmula de Licensed To Ill no podía repetirse; primero por la cercanía con la que este segundo disco comenzó a pensarse, luego porque las condiciones de su juego ya habían cambiado, de hecho, ya no era un juego, tenían una discográfica hablándole de negocios, y, por último, por un impacto natural: no hay rebeldía de juventud y sin causa que dure más allá de su ebullición, y ahora sí tenían una causa y era mayor, recuperar cierta libertad que el éxito y los contratos habían ahogado. Así que este nuevo trabajo mantendría el espíritu irónico y desfachatado, pero su cuerpo sería completamente otro. Para más, se convertiría prácticamente un animal mitológico, porque también encarnarían una fórmula a la que no le quedaba demasiado tiempo de vida gracias a que las condiciones legales, muchas veces disfrazando el anhelo censor, comenzaban a pisarle los talones al hip hop por su modus operandi creativo.

Foto Paul Natkin
Luego de una lucha de fuerzas e intereses con Def Jam, Paul’s Boutique salió por Capitol Records y es una oda furiosa que los Beastie Boys le dedican al funk, pero también es una obra maestra del sampleo, el sampleo en todo su esplendor, antes de que lluevan las restricciones por los derechos de autor y la forma de escuchar música comenzara a cambiar a velocidad luz. Así, es una oda furiosa al funk que abraza al linaje y la composición del mismo, reconociendo la vitalidad y fertilidad del jazz y del soul. Para más, es una perla distintiva que hace fuerza como opción alternativa frente a la corriente rapera de la época que lo iba tomando todo, aquel gangsta rap duro y puro pre The Chronic (1992). Lo dicho: había un importante sector de clase media y blanca que estaba encendida y preparada para abrazar un estilo de rap que no los viera como enemigos.
Desde un estudio improvisado en un departamento en las profundidades existenciales de Los Ángeles, con un MPC y un conocimiento enciclopédico sobre los sonidos negros, el trío se entregó a la producción de Mike Simpson, aka E.Z. Mike, quien era parte del team que luego tendría su propia conquista sonora, los Chemical Brothers, por ese entonces llamados aun The Dust Brothers, también partícipes de la producción de Paul’s Boutique. Tiempo después confirmarían que usaron de 100 a 300 piezas para cada corte, por lo que el conteo en una nota se vuelve prácticamente imposible, pero sí rescataremos algunas de las principales tomas.
El paraíso funk de los Beastie Boys abre con To All The Girls, tema que descansa sobre Loran’s Dance incluida en Power Of Soul (1974), el disco más exitoso de Idris Muhammad, un artista con más de doce álbumes propios y más de cincuenta participaciones colaborando junto a grandes nombres del jazz, como Pharoah Sanders, Ahmad Jamal, Lou Donaldson, entre otros. Acto seguido aparece el tesoro: Shake Your Rump rescata y enaltece a Funky Snakefoot de Alphonse Mouzon, uno de los temas magistrales del sonido negro sobre el cual se edifica uno de los más característicos del sonido beastie. Esta pieza, que es parte del disco homónimo lanzado también en 1974, es uno de las más olvidadas por el hip hop, lo cual hace aún más especial el ideario funk de Paul’s Boutique y el valor de su elección en una obra hecha para amar al género. En cambio, Egg Man sucede sobre Superfly (Superfly OST, 1972) de Curtis Mayfield, un buen conocido del hip hop moderno, desde Touch The Sky de Kanye West hasta King Kunta de Kendrick Lamar, su aparición es recurrente.

Foto Andy Freeberg
A mitad del disco se da un paréntesis blanco y de clase. High Plains Drifter emerge con guiños a los chicos rudos y republicanos favoritos de Estados Unidos, así que no parece casual la elección de apoyarse sobre Those Shoes (The Long Run, 1979), de la banda de country californiano Eagles. Pero la patada karateca mayor llega con The Sounds of Science, donde los tres muchachos blancos y acomodados rapean sobre un tema de los Beatles (The End, de Abbey Road) ironizando sobre una de las grandes creencias islámicas a la que suscriben la mayoría de los artistas del hip hop, sobre todo de la vieja escuela y de la época dorada, la Nación del 5%.
Luego de esta curva vuelven más fuertes y direccionados hacia el destino final, un final donde directamente ya no quedan dudas la influencia, la esencia y la razón de ser de Paul’s Boutique.
Sly & the Family Stone, Funk Factory y Trouble Funk son algunas de las bandas que cobran protagonismo en los últimos cuatro temas del disco, que alcanza su clímax con Hey Ladies, el que marca el comienzo del fin y se configura sobre la súper bailable Machine Gun de los Commodores, imposible que fallase algo. De hecho, fue el tema mejor posicionado de este disco injustamente condenado.
Paul’s Boutique se vuelve histórico por las condiciones que lo continúan, los cambios en la industria, las nuevas reglas y exigencias, también en las definiciones y circunstancias personales de sus integrantes y de quienes participaron en la grabación, pero siempre termina siendo tratado como un disco menor en la carrera de los Beastie Boys, lectura errada si se tiene en cuenta que llegaron con su homenaje al funk justo antes que el g-funk, pero comprensible si recordamos que para la primera mitad de los 90, ya maduros y con menos ansias de salir a refutar o sacudir, ellos estaban pensando cómo moverse en un escenario por demás estimulado por la flamante globalización y salteando las balas que volaban por la Guerra de las Costas.
En definitiva, la gran falla de Paul’s Boutique es una falla que no todos pueden darse el lujo de tener, y es que antes de su lanzamiento existió Licensed to Ill y después llegó Ill Communication, disco que este año cumplió sus épicos y lúcidos 25 años.

Foto Lynn Goldsmith
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