Melt My Eyez See Your Future, de Denzel Curry

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A seis meses del lanzamiento de Melt My Eyez See Your Future, Denzel Curry nos bendice con una edición extendida.

La extensión no viene más que a confirmar lo que ya sabíamos: es un trabajo exquisito y una muestra de cómo se puede ser introspectivo sin caer en lugares comunes ni cursilerías fáciles para que cualquiera se ponga nuestro traje. Denzel Curry abre las complejidades de su presente sin ningún tipo de intención de buscar alianzas. Es, más bien, una apertura cuidada a pensamientos íntimos, aunque no se llegan a configurar como confesiones. Sabe exactamente donde mantener esa delgada línea para que nos mantengamos siendo perfectos desconocidos. Podemos sentir semejanzas, una puntada en el corazón al unísono o predisponer la boca a acompañarlo en un grito de desahogo pero no, no lo conoceremos del todo, ni siquiera nos convertiremos en compañeros de resistencia. Y no se trata de una narrativa individualista, es una narrativa transparente.

Una especie de sincericidio que no implica un hábito o una habitabilidad, porque el solo hecho de sacar un disco da el diagnóstico de buena salud para derribar todo lo que ahí se proclama. Melt My Eyez See Your Future son los pensamientos en crudo, apenas descongelados del cansancio que nos aplasta en un mundo donde la maldad está demasiado cerca nuestro. Donde también la maldad podemos ser —y somos— nosotros.

En una época en la que todos se pelean por ser guerreros, en tanto y en cuanto sirva para el feed de Instagram o la última coreo de TikTok, Curry se entrega a una inevitable resignación: las banalizaciones del bien y del mal aíslan, pero también agudizan los dolores, temores, fantasmas de todos los que necesitan mantener ciertas cuestiones en los campos de la tensión porque de eso dependen sus relaciones políticas, sociales y culturales, sus entramados familiares e íntimos, el derecho a sobrevivir. Entonces, ahí, en esa nube de ideas extraviadas suceden los mejores pasajes del álbum y la mayoría de las mejores barras, que son muchas y flotan deliciosas entre sonidos saturados, pero no por eso ásperos.

La agudeza poética y la cintura para entrar y salir de sus diferentes estados anímicos, de generar climas, del manejo del absurdo para resolver lo que a él mismo lo supera, marca, además, una nueva dirección a su sonido. Así, confirma una constante de su carrera: la única dirección que conoce es la del crecimiento. Y crecer no significa ir hacia adelante.

A veces hay que retroceder, otras hay que quedarse quieto, muchas hay que ir hacia los márgenes, siempre hay que escuchar más que hablar, y a veces esto es escucharnos. En definitiva, lo que nos permite enfrentar a esa banalización es la ilusión de bajarle la velocidad al mundo, reconocer donde estamos y mantenernos fieles a lo que nos está pasando, vivir nuestro proceso sin olvidarnos que estos procesos pueden ser, y seguramente lo serán, las redes que otros están esperando. Es en ese sentido que Melt My Eyez See Your Future se confirma como la contraofensiva perfecta al hartazgo que proclama.

Darle play con confianza ciega ♥ ////// Barb

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